Veinticuatro de Diciembre. Diez de la mañana. Atalía y yo nos dirigimos hacia el centro comercial en su moto para comprarle algún regalo a Louis, conducía bastante rápido. Cerré los ojos y sentía cada ráfaga de aire revolotear con mi pelo. Sentía como la Vespa rosa de Atalía giraba y paraba en seco. Abrí los ojos y me encontré con un parking gris, me solté de Atalía y bajé a trompicones de la moto.
Atalía: Bueno-dijo mientras se sacaba el casco- puedes sacarte el casco-dijo entre risas- pareces una seta.
Tú: Cállate-dije mientras me quitaba el casco de encima de mi cabeza-
Bajó de su Vespa con una sonrisa divertida y guardó los cascos a la par que sacaba las llaves de ésta. Comenzamos ha andar camino a la puerta de entrada del centro comercial con el sonido de algunos motores reinando por el lugar. No tenía aun nada en mente para Louis, pero sabía como era, un alocado y dulce chico que siempre sonríe, así que algo divertido le agradaría, tampoco que fuera en plan niño de dos años, sino que fuera en plan... Louis, algo que lleve su nombre. Cruzamos el umbral de la puerta y la calefacción chocó contra mi fría cara haciendo que ésta se calentara en cuestión de segundos.
Atalía: ¿Por dónde empezamos?-dijo la muchacha mientras miraba a los lados-
Tú: Empecemos a ojear las tiendas-dije tomando el camino de la derecha, observando el amplio recinto que se tendía ante mis pies-
Me quedé observando embobada el escaparate de una tienda de deportes, en ésta lucía un maniquí vestido con un precioso traje de fútbol completo, sus tonos eran verdes y blancos con algo de amarillo, miré el precio que se tendía en la estantería, ciento-cincuenta libras el traje completo. Mi mirada se dirigió a Atalía, la cual miraba con una amplia sonrisa el traje.
Atalía: Es éste-dijo sin apartar su verde mirada- lleva su nombre puesto.
Tú: Pues no hay más que hablar-dije mientras entraba a dicha tienda-
El olor a ropa nueva se hizo con mis fosas nasales, anduve por el lugar hasta encontrar a un empleado. Divisé a un muchacha bajito y muy moreno, el cual se encontraba doblando pantalones de deporte con una pequeña sonrisa. Me acerqué a él con algo de timidez y vergüenza.
Tú: Disculpe-dije a trompicones-
Empleado: Dígame, señorita-dijo dejando de lado los pantalones de lado y mirando hacia mi tez-
Tú: Me gustaría eh, comprar el traje de fútbol que tienen en el escaparate-dije señalando hacia el vidrio transparente-
Empleado: A tenido suerte, señorita-dijo dirigiéndose hacia el escaparate. Seguí sus pasos detrás de él con tranquilidad- éste es el último-dijo al llegar al escaparate-
Desnudó al maniquí y dobló con sumo cuidado las prendas, lo acompañó con las botas a juego. Le sonreí agradecida y me dirigí hacia la caja, dispuesta para pagar. Al llegar había una cola enorme, larga y demasiado grande, voltee hacia la puerta en busca de Atalía, la divisé en la tienda de frente, observando las joyas de bisutería. Di un paso al frente, pues la cola había adelantado un poco. Llegué al mostrador y posé todas las prendas y botas sobre éste, y levanté la mirada hacia la cajera, no me lo podía creer. Cindy.
Cindy: Lo que me faltaba-susurró para mi- aguantarte en el trabajo.
Tú: ¿Me podría decir el precio, por favor?-dije ignorando su comentario ofensivo-
Pasó las prendas por la banda roja con cara de perro y susurrando cosas que no lograba entender, aunque tampoco quería entender.
Cindy: Ciento-cincuenta libras, por favor-dijo extendiendo su mano, lo más borde y seca posible-
Tú: ¿Puede envolverlo para regalo?-dije con una dulce e irónica sonrisa-
Cindy: ¡Envuelvetelo tú, friki de las narices!-chilló en medio de la tienda. Los clientes y empleados se giraron para mirarla, la muchacha se sonrojó y frunció el ceño a la par que bajaba la cabeza con timidez-
Empleado: ¿Hay algún problema?-dijo el mismo chico que me había atendido antes, se encontraba detrás del mostrador, y no es que tuviera una cara de tener muchos amigos- Cindy, es el segundo numerito que montas, a la siguiente, te vas a la calle-dijo sin más dilación- ¿quiere poner usted una queja?-dijo dirigiéndose hacia mi-
La verdad, estaría muy bien joder de esa manera a Cindy, se quedaría sin trabajo y eso puede que percutiese en sus estudios por no poder pagarlos. Es una tentación muy dulce. Pero no. No era tan rastrera como ella, no me rebajaría a su nivel, yo por el contrarío de ella, tenía corazón, y me sentiría muy mal el saber que soy yo la culpable que no pueda seguir con sus estudios de Fisioterapia.
Tú: No, está todo bien-dije por fin con una agradable sonrisa-
Cindy se quedó boquiabierta y dio un leve suspiro, me miró con una amarga sonrisa y luego se dirigió hacia una de las tantas estanterías. El muchacha me siguió atendiendo con su agradable sonrisa y envolvió el regalo con un papel negro con manchas de color, era original y llamativo.
Salí de la tienda con una sonrisa satisfecha, tenía por fin el regalo de Louis. Busqué con la mirada a Atalía, la divisé a lo lejos, corriendo y con una zanahoria gigante entre sus brazos.
Atalía: ¡Mira!-dijo como una niña pequeña, sofocada- me he enamorado de éste peluche-dijo ya cuando estaba a centímetros de mi- y mira lo que hace-apretó el peluche levemente y éste soltó un dulce y tierno ''te quiero''-
Tú: Es súper tierno-dije mientras miraba el enorme peluche, que abultaba más que ella-
Atalía: Vamos a tomar un café, yo invito-dijo mientras se encaminaba con el gran peluche y su gran sonrisa hacia la cafetería más cercana-
Llegamos a una pequeña y hogareña cafetería llamada ''El café de tus sueños''. Nos adentramos en ésta y el olor a café recién hecho se adentró en mis fosas nasales haciendo que cerrase levemente los ojos y aspirara hacia dentro para deleitarme por unos segundos más del agradable y dulce olor. Nos sentamos en una de las mesas vacías, Atalía dejó la gran zanahoria en la silla de al lado, sentándola de tal forma que parecía una persona. Se nos acercó un camarero bastante atractivo, alto, muy alto, moreno, de ojos avellanas y sonrisa angelical.
Camarero: ¿Qué tomaran las señoritas?-dijo con una sonrisa amigable-
Atalía: Un caffe frappé-dijo admirando el lugar sin mirar tan siquiera al camarero-
Tú: Un capuccino-dije con una sonrisa torcida-
El camarero asintió y se dirigió hacia el mostrador para preparar nuestros pedidos.
Atalía: Me encantaría hacer algún deporte de riesgo antes de morir-soltó de repente, mirando hacia una tienda de preparación para deportes de riesgo- ¿y tú? ¿qué quieres hacer antes de morir?
Tú: Pues...-pensé durante unos segundos. En realidad no tengo ninguna lista de esas que hace la gente en las películas- no tengo de eso-dije sincera-
Atalía: ¿¡Cómo que no!?-dijo espantada- debes tener una-giró su cuerpo y se puso a rebuscar entre su bolso, de éste, sacó una libretita pequeña y un diminuto bolígrafo- empieza-dijo abriendo la libreta, descapuchando el bolígrafo y entregándomelo-
Observé el blanco papel con la mente en blanco, tenía varias cosas que quería hacer, pero no las contaba como ''cosas que hacer antes de morir''. Escribí eso como título. Miré a Atalía con pereza, pues no tenía ningunas ganas de hacerlo, ésta me respondió con un movimiento de cabeza, obligándome a escribir. El camarero llegó con nuestros cafés y los posó a nuestro lado acompañado de dos mini-donuts de chocolate. Sonreímos a la par, agradecidas, y el muchacho se alejó. Tomé un sorbo de mi café y de nuevo, agarré el bolígrafo con la intención de escribir.
-Viajar a España, en concreto a Barcelona.
Ese era mi sueño desde la primera vez que vi las playas de esa ciudad por la televisión, la gente, el idioma, el dialecto catalán, la cultura, incluso la moneda.
-Hacerme un tatuaje.
Siempre he amado esos dibujos marcados en la piel que cuentan una historia que se a marcado con fuego en tu vida. Y con tinta en tu piel.
-Hacer puenting.
Como a Atalía, los deportes de riesgo me llaman bastante la atención, la adrenalina del momento, los latidos acelerados de tu corazón. Pura droga.
-Que alguien me escriba una canción.
No sé como explicar ésto. He crecido con las románticas películas de amor que veía mi madre, y desde que esa escena salió en una de las películas, quise que alguien hiciera algo tan bonito por y para mi.
-Asistir a un concierto de ''The Pretty Reckless''.
Asistir al concierto de uno de mis grupos favoritos es mi sueño desde la primera canción que escuché, un sueño que cumpliré seguro.
-Bañarse en la playa de noche.
Esto es algo difícil en Londres. Ya que las temperaturas en verano no es que sean muy calurosas, y menos de noche.
-Robar alguna tontería.
El hecho de que sea una tontería es que me haga aún más gracia, y no me explico el porqué.
-Enamorarme.
No está en mis planes hacerlo, pues me gusta mucho Harry, quiero a Harry, pero no le amo. Esas son mis diferencias. Una cosa es querer, otra es amar.
Levanté la vista hacia Atalía, la cual me miraba con una sonrisa satisfecha y unos ojos curiosos, la tendí la libreta con mi pequeña lista, y ésta empezó a leer ansiosa a la par que mordisqueaba su labio inferior con nerviosismo.
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